En la entrada anterior de este blog, compartimos una nota en donde se comentaba como algunos estudiantes de Harvard repudiaban que un docente y catedrático de su casa de estudios formara parte del equipo legal de defensa de Harvey Weinstein.
Francamente, es insólito y preocupante que el fenómeno de subyugar el principio de inocencia y derecho de defensa por una presunción de culpabilidad según el carácter del delito o la persona sospechada haya alcanzado nivel global y ahora sea receptado por estudiantes de una de las universidades mas prestigiosas del mundo.
Me pregunto que está pasando con estos jóvenes del derecho que, como yo, tienen (como nunca antes se tuvo) un ilimitable acceso a la historia de estos principios. Ellos y yo gozan una facilidad significativa para llevar a cabo una mirada retrospectiva de la culpabilidad y la inocencia, de la inquisición y la acusación, de la persecución ideológica y maleable a la comprobación fundamentada y justificada del castigo tras un debido proceso.
Por eso, traduzco el siguiente párrafo de la nota, que hace alusión a como en el siglo XVII, John Adams se encontraba en la misma situación y dijo: "Es más importante que la inocencia sea protegida a que la culpa castigada, pues la culpa y el castigo son tan frecuentes en este mundo que no todos pueden ser castigados. Pero si la inocencia en sí misma es puesta sobre la mesa y condenada, quizás a morir, entonces los ciudadanos dirán, "Sea que haga el bien o en cambio haga el mal es inmaterial, pues la inocencia misma no tiene protección," y si tal idea como esa fuese a calar en la mente de los ciudadanos ese sería el fin de cualquier seguridad."
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