Leyendo algunos artículos sobre la ejecución de la pena, existe uno de Ramón Teodoro Ríos que describe perfectamente como percibo el triste contexto de la agenda punitiva en la actualidad nacional. Además de acuñar los términos "preclusión penitenciaria" que pretenden describir la difícil tarea de conjugar los efectos negativos de la pena con su paradójico objetivo de readaptación social, también afirmó lo siguiente sobre la situación carcelaria:
"Como una premisa mayor de realismo debe partirse de la afirmación categórica de que las cárceles, a pesar de la suma de males que encierran, en la actualidad no pueden ser eliminadas. Sí, en cambio, corresponde disminuir sus efectos negativos en intensidad y extensión.
Es que la pena de prisión no es el desiderátum de la justicia, sino una amarga necesidad del hombre en un mundo de dominantes imperfecciones. Las cárceles, en casi todo el mundo, son antros de mortificación y trato degradante: psicólogos, psiquiatras y terapeutas sociales certifican sus efectos alienantes y de decadencia moral en quienes se encuentran alojados en ellas. Sin embargo, aunque resultan ineficaces en la práctica para cumplir la finalidad esencial de reinserción social, también es cierto que, por el momento, no pueden radicalmente eliminarse.
A pesar de haber transcurrido tantos siglos no hemos progresado mucho en este tema: hay un constante empecinamiento que impulsa, misteriosamente, a infligir dolor al prójimo. Así como al ofensor suele resultarle indiferente el sufrimiento del ofendido por su conducta; así también la respuesta inquisitorial y retributiva, a través de los tiempos, casi siempre buscó como mejor remedio, la tortura, la mortificación y el alienante enclaustramiento del presunto responsable".
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